ONG: DE LA DONACIÓN A LA FORMACIÓN (entrevista a Armand Valera, director de Ocularis)



Crisis económica y generosidad pueden parecer dos conceptos antagónicos. La lógica predominante nos hace pensar que la solidaridad con los demás comienza allí donde terminan nuestras necesidades personales. Pero, por suerte, la realidad no siempre se ciñe al guión establecido. Y es que las situaciones más complicadas también son las que más humanizan. Quizá por eso, hay personas que siguen ayudando a la gente que más lo necesita aunque su situación personal no sea mucho mejor. No hablamos de dinero (o no sólo de dinero), sino de gestos y valores que, a la larga, son tan...



Crisis económica y generosidad pueden parecer dos conceptos antagónicos. La lógica predominante nos hace pensar que la solidaridad con los demás comienza allí donde terminan nuestras necesidades personales. Pero, por suerte, la realidad no siempre se ciñe al guión establecido. Y es que las situaciones más complicadas también son las que más humanizan. Quizá por eso, hay personas que siguen ayudando a la gente que más lo necesita aunque su situación personal no sea mucho mejor. No hablamos de dinero (o no sólo de dinero), sino de gestos y valores que, a la larga, son tan o más importantes que un simple fajo de billetes. Transmitir ilusión, energía y conocimientos. Una tarea social a veces invisible y poco reconocida pero que, aún ahora, es más necesaria que nunca.
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Así también lo creen Armand Valera (Sitges, 39 años) y Herminia Nubiola (Ribes, 50 años), con una larga trayectoria en el mundo de la cooperación. De hecho, ambos están implicados en dos ONG que, precisamente, tienen su sede central en la comarca. Armand, a Ocularis; Herminia, Save the Gambian Orphans. Entidades, personas y dinámicas diferentes, pero un mismo objetivo de fondo: lograr que la solidaridad deje de depender de las donaciones y esté cada vez más ligada a la formación.

El caso de Ocularis es bien ilustrativo. La organización fue fundada a principios de 2010 por el mismo Valera y el reconocido doctor Joan Prat, jefe de oftalmología del Hospital Sant Joan de Déu y miembro del Instituto Oftalmológico de Barcelona. Desde su creación, la misión principal de la ONG es reforzar la capacitación de oftalmólogos y ópticos en Mozambique, ya que en este país -uno de los tres más pobres de todo el mundo-  sólo hay 8 oftalmólogos para atender a una población de 24 millones de personas. Una ratio del todo insuficiente si se compara, por ejemplo, con los aproximadamente 4.000 profesionales de la salud visual que prestan sus servicios a los 47 millones de habitantes del Estado español.

Para intentar cambiar la situación, los miembros de Ocularis viajan entre tres y cuatro veces al año a Mozambique para desarrollar sus acciones formativas, en un marco de colaboración que aglutina el Ministerio de Sanidad y el hospital central de Maputo (el principal del país). "En Mozambique, hay más de 150.000 ciegos y alrededor de medio millón de personas con enfermedades oculares, la mayoría de las cuales son producidas por patologías curables en Occidente. La mitad de los casos de ceguera infantil son evitables y, en la población adulta, el porcentaje sube hasta el 75% ", relata Armand Valera.

Es por ello que, aparte de intervenir a los pacientes que lo requieren, la tarea primordial de los voluntarios de Ocularis es "reforzar la formación de los profesionales de la salud visual para que estos se conviertan en los formadores de las generaciones futuras y, así, crear un proyecto propio y sostenible ". El otro gran reto de la asociación es que esta enseñanza se haga "con sus propias herramientas, sin llevarles tecnología que usamos en los países occidentales, como hacen muchas otras ONG". Según Valera, "eso aún les haría más dependientes de nosotros, ya que nadie les podría mantener o reparar la maquinaria cuando nosotros no estemos".

_DSC3104 copiaDe momento, los métodos de aprendizaje utilizados por la ONG están dando sus frutos, hasta el punto de que es una de las organizaciones con más oftalmólogos del Estado. Desde hace un año y medio, además, también cuenta con el apoyo de la Facultad de Óptica y Optometría de Terrassa (UPC) que, mediante su Centro de Cooperación para el Desarrollo, financia una parte de los viajes que hacen los profesores y los alumnos de su máster hasta Mozambique para echar una mano.

Paralelamente, Ocularis está trabajando en otros proyectos, como la creación de un cuerpo de oftalmólogo-pediatras en Senegal por encargo de la Unesco o un proyecto en Angola también relacionado con la oftalmología.

Sin duda, la colaboración transversal ha convertido en un modelo habitual en cada vez más ONG catalanas. Save the Gambian Orphans también la pone en práctica para aplicar sus dos líneas de acción: por un lado, apadrinar niños huérfanos de Gambia y escolarizarlos; por otro, impulsar la agricultura para que el país africano pueda abastecerse por sí mismo. Siete años después de empezar a funcionar como colectivo, la asociación ha participado activamente en la puesta en marcha de tres centros educativos, en los que los niños tienen acceso gratuito al material escolar y el comedor, además de apoyar en la construcción de una guardería y una sala polivalente.

El otro gran hito conseguido por la ONG es la recuperación, gracias a la reactivación de campos de cultivo, de un pueblo que llevaba más de treinta años abandonado. "Empezamos con la canalización de agua y un grifo, y ahora ya se están haciendo jardines comunitarios, casas y una panadería", comenta Herminia. Tanto ella como el resto de miembros de Save the Gambian Orphans tienen claro que "la finalidad no es dar de comer a sus habitantes, sino que éstos aprendan a trabajar la tierra para que puedan subsistir con sus propios recursos". Así, por ejemplo, también se les ha facilitado un tractor y una pequeña embarcación de pesca.

Armand y Herminia, Ocularis y Save the Gambian Orphans, son la savia nueva de un nuevo estilo de cooperación, en este caso también en Sitges y Ribes. Una solidaridad que deja atrás las donaciones y las soluciones inmediatas de poco recorrido para llegar hasta el nervio del problema y, así, poder combatirlo a fondo y con formación. Están convencidos de que es la mejor manera de asegurar el desarrollo económico de las comunidades ayudadas. Seguramente, la mejor manera de conseguir un mundo más justo.

MAGÍ FORTUNY


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