ONG: DE LA DONACIÓN A LA FORMACIÓN (entrevista a Armand Valera, director de Ocularis)
Crisis económica y generosidad pueden parecer dos conceptos antagónicos. La lógica predominante nos hace pensar que la solidaridad con los demás comienza allí donde terminan nuestras necesidades personales. Pero, por suerte, la realidad no siempre se ciñe al guión establecido. Y es que las situaciones más complicadas también son las que más humanizan. Quizá por eso, hay personas que siguen ayudando a la gente que más lo necesita aunque su situación personal no sea mucho mejor. No hablamos de dinero (o no sólo de dinero), sino de gestos y valores que, a la larga, son tan...
Crisis económica y generosidad pueden parecer
dos conceptos antagónicos. La lógica predominante nos hace pensar que la
solidaridad con los demás comienza allí donde terminan nuestras necesidades
personales. Pero, por suerte, la realidad no siempre se ciñe al guión
establecido. Y es que las situaciones más complicadas también son las que más
humanizan. Quizá por eso, hay personas que siguen ayudando a la gente que más
lo necesita aunque su situación personal no sea mucho mejor. No hablamos de
dinero (o no sólo de dinero), sino de gestos y valores que, a la larga, son tan
o más importantes que un simple fajo de billetes. Transmitir ilusión, energía y
conocimientos. Una tarea social a veces invisible y poco reconocida pero que,
aún ahora, es más necesaria que nunca.
El caso de Ocularis es bien ilustrativo. La
organización fue fundada a principios de 2010 por el mismo Valera y el
reconocido doctor Joan Prat, jefe de oftalmología del Hospital Sant Joan de Déu
y miembro del Instituto Oftalmológico de Barcelona. Desde su creación, la
misión principal de la ONG es reforzar la capacitación de oftalmólogos y
ópticos en Mozambique, ya que en este país -uno de los tres más pobres de todo
el mundo- sólo hay 8 oftalmólogos para
atender a una población de 24 millones de personas. Una ratio del todo
insuficiente si se compara, por ejemplo, con los aproximadamente 4.000
profesionales de la salud visual que prestan sus servicios a los 47 millones de
habitantes del Estado español.
Para intentar cambiar la situación, los
miembros de Ocularis viajan entre tres y cuatro veces al año a Mozambique para
desarrollar sus acciones formativas, en un marco de colaboración que aglutina
el Ministerio de Sanidad y el hospital central de Maputo (el principal del
país). "En Mozambique, hay más de 150.000 ciegos y alrededor de medio
millón de personas con enfermedades oculares, la mayoría de las cuales son
producidas por patologías curables en Occidente. La mitad de los casos de
ceguera infantil son evitables y, en la población adulta, el porcentaje sube
hasta el 75% ", relata Armand Valera.
Es por ello que, aparte de intervenir a los
pacientes que lo requieren, la tarea primordial de los voluntarios de Ocularis
es "reforzar la formación de los profesionales de la salud visual para que
estos se conviertan en los formadores de las generaciones futuras y, así, crear
un proyecto propio y sostenible ". El otro gran reto de la asociación es
que esta enseñanza se haga "con sus propias herramientas, sin llevarles
tecnología que usamos en los países occidentales, como hacen muchas otras
ONG". Según Valera, "eso aún les haría más dependientes de nosotros,
ya que nadie les podría mantener o reparar la maquinaria cuando nosotros no
estemos".
De momento, los métodos de aprendizaje
utilizados por la ONG están dando sus frutos, hasta el punto de que es una de
las organizaciones con más oftalmólogos del Estado. Desde hace un año y medio,
además, también cuenta con el apoyo de la Facultad de Óptica y Optometría de Terrassa
(UPC) que, mediante su Centro de Cooperación para el Desarrollo, financia una
parte de los viajes que hacen los profesores y los alumnos de su máster hasta
Mozambique para echar una mano.
Paralelamente, Ocularis está trabajando en
otros proyectos, como la creación de un cuerpo de oftalmólogo-pediatras en
Senegal por encargo de la Unesco o un proyecto en Angola también relacionado
con la oftalmología.
Sin duda, la colaboración transversal ha
convertido en un modelo habitual en cada vez más ONG catalanas. Save the
Gambian Orphans también la pone en práctica para aplicar sus dos líneas de
acción: por un lado, apadrinar niños huérfanos de Gambia y escolarizarlos; por
otro, impulsar la agricultura para que el país africano pueda abastecerse por
sí mismo. Siete años después de empezar a funcionar como colectivo, la
asociación ha participado activamente en la puesta en marcha de tres centros
educativos, en los que los niños tienen acceso gratuito al material escolar y
el comedor, además de apoyar en la construcción de una guardería y una sala
polivalente.
El otro gran hito conseguido por la ONG es la
recuperación, gracias a la reactivación de campos de cultivo, de un pueblo que
llevaba más de treinta años abandonado. "Empezamos con la canalización de
agua y un grifo, y ahora ya se están haciendo jardines comunitarios, casas y
una panadería", comenta Herminia. Tanto ella como el resto de miembros de
Save the Gambian Orphans tienen claro que "la finalidad no es dar de comer
a sus habitantes, sino que éstos aprendan a trabajar la tierra para que puedan
subsistir con sus propios recursos". Así, por ejemplo, también se les ha
facilitado un tractor y una pequeña embarcación de pesca.
Armand y Herminia, Ocularis y Save the Gambian
Orphans, son la savia nueva de un nuevo estilo de cooperación, en este caso
también en Sitges y Ribes. Una solidaridad que deja atrás las donaciones y las
soluciones inmediatas de poco recorrido para llegar hasta el nervio del
problema y, así, poder combatirlo a fondo y con formación. Están convencidos de
que es la mejor manera de asegurar el desarrollo económico de las comunidades
ayudadas. Seguramente, la mejor manera de conseguir un mundo más justo.
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